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Amor en las vías del tren

Eluney Maia Cejas

En un día normal, como todos, yo, Haruki, estaba preparándome para ir a la escuela, no soy muy fan de la secundaria, en realidad ni siquiera me importa, sólo voy por una cosa, para verla a ella.
¿Quién es ella? Te preguntarás. Ella es la mujer de mis sueños, la que logra hacer que mi corazón palpite. Estoy enamorado de ella desde que somos niños, cuando mi vida se estaba derrumbando su luz me dio una razón para vivir, cuando ella se fue por un tiempo de mi barrio (cuando tenía 8 y ella 7) yo no sabía qué hacer, me sentía vacío, hasta que volvió, nunca supe donde se fué pero nunca me importó, porque al fin y al cabo, ella estaba conmigo, Amaya estaba conmigo.
Aunque desde que llegó las cosas se pusieron raras, todos son muy crueles con ella, nadie le hacía caso, ella saludaba y era como un interactuar con el viento, todos seguían de largo, nadie le sonreía.
Amaya a veces se ponía mal por eso, pero yo estaba ahí, para ella, siempre le regalaba cosas como peluches, caramelos, flores, entre otras, verla feliz me iluminaba el alma, ella simplemente era un ángel, mi ángel. Al llegar a la escuela la noté un poco desanimada, creí que era por lo mismo de siempre así que fui a ver qué le pasaba.
-Hey! –le exclamé- ¿qué tiene copito? Te noto algo triste. El apodo “copito” se lo puse cuando éramos niños, ya que ella es blanca como un copo de nieve.
-Oh -me dijo poniendo su pelo corto, rubio y rizado detrás de su oreja- no te había visto, lo siento por mi cara de amargada, es que me siento un poco sola hoy.
-No debes sentirte así, estoy yo aquí, ¿Qué te parece si hoy nos juntamos? En el campo, cerca de las vías del tren, ¿lo recuerdas?
-¿Cómo no recordarlo? Siempre jugábamos ahí cuando éramos pequeños. Claro que sí, me gustaría pasar tiempo contigo, nadie más me hace caso así que creo que eres mi única opción – me dijo con un tono burlón y puso su dedo en mi frente sonriendo, no podía creerlo, oficialmente tendríamos una cita y no tartamudeé al preguntarle, era un nuevo logro.
Al terminar la escuela nos dirigimos ambos al campo que estaba justo delante de las vías de tren, ese lugar seguía igual a pesar de que habían pasado casi 10 años, me daba mucha nostalgia ese lugar, recordaba que cuando llovía nos poníamos a jugar con el barro y terminábamos todos sucios, era muy gracioso.
Ella se sentó en el suelo y yo a su lado, sentí su vibra calmante por todo mi ser y ella me tenía totalmente a sus pies aunque no lo sabía.
-Haru -dijo ella
-¿Si?
-¿Qué soy yo para ti? ¿Qué me consideras?

Me quedé callado por unos segundos, dudaba en responderle, ella era como mi hermana, y si me rechazaba se me caería el mundo. Pero yo no podía guardarme esto, el sentimiento era mucho más fuerte que yo, así que decidí hablar.
-Eres la luz que le dio fuerzas a mi corazón para seguir latiendo todos los días, la razón para despertar cada mañana, eres esa pequeña fuerza de voluntad en mí que me hace no terminar ese bote de pastillas para calmar mi ansiedad, eres lo que me hace poco a poco perder el deseo o necesidad de no despertar, eres mi esperanza, mi luz, mi ángel, quiero que seas mi futura esposa.
Ella quedó callada mirando el suelo, yo estaba demasiado nervioso, no sabía qué hacer, mis manos sudaban y no podía emitir alguna palabra, así que simplemente me levanté y me fui corriendo, al llegar a casa no pude contener mis lágrimas ya que recordaba su cara, tenía una expresión vacía, sus ojos azules parecían muertos, como que si después de confesarle mis sentimientos ella sintiera ganas de vomitar, agarré mi bote de pastillas y empecé a tomarlas como un loco, deseaba morir y
ya no despertar, si ella sentía rechazo por mí ya no había ningún motivo para seguir vivo, no lo había, luego de tomar mis pastillas me desmayé y levanté en un hospital, no lo había logrado.
Pasaron unas semanas y logré que me dieran el alta así que decidí dar un paseo, para despejar mi mente; pero no podía, no dejaba de pensar en ella, me senté en las vías de tren, y recordé los bellos tiempos que pasamos juntos. Sentí una presencia mientras meditaba. Cuando giré mi cabeza ahí estaba ella, sentada junto a mí en las vías, mis ojos se cristalizaron, sentía mucha vergüenza, cuando quise levantarme para irme ella tomó mi mano y sutilmente me pidió que me sentase, le hice caso, aunque lloraba un poco.
-Me enteré de lo que pasó, terminaste en el hospital.
-Sí, lo sé
-Lo siento –agachó la mirada- no me diste tiempo de responderte, te fuiste muy rápido.
Me sorprendí, una vez más por culpa de mi ansiedad hice el tonto, ella quería responderme.
-La verdad, es que yo también sentía esas cosas, a pesar de ser solo una niña yo ya me había enamorado, la verdad es que me encantaría estar a tu lado.
- ¿Qué? ¿Por qué hablas en pasado? ¿Qué intentas decirme Amaya?
-Haru, deja de rendirte, te haces daño a ti mismo, debes aceptar lo que pasó, yo nunca me fui del barrio, deja de creer esa mentira que tú mismo inventaste, no fue tu culpa, no fue culpa de nadie, ese día, cuando corríamos en la lluvia, yo fui directo a las vías cuando el tren se aproximaba, fue una muerte instantánea, te volviste loco, no me dejas descansar en paz, nada de esto es real, ninguna de mis acciones fue real, solo una ilusión que creaste para hacerte creer que estaba viva.
Ya no más.
Esas palabras me dejaron sin aliento, ella me hizo recordar ese horrible día, me di la vuelta para poder abrazarla, pero ella se desvaneció, ya no estaba ahí, para mí ya no existían esperanzas,

simplemente me acomodé nuevamente entre las vías del tren, cerré mis ojos y ya me imaginaba junto a ti en el cielo pudiéndote abrazar todo lo que quisiera, ya escucho la locomotora del tren, ya voy en camino, mi ángel.

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