Personería Jurídica Nº 790/11
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Como de una amistad nace un trabajo
Josías Bautista Maciel
Me gusta ser maquinista… ¡No! ¿Pero qué digo? ¡Me encanta!.
Me gustan los trenes, es más, todavía me acuerdo de cuando era chico, me pasaba horas mirando las vías del tren y calculaba cuándo éste podría pasar. Cada vez que le atinaba me ponía contento porque podía desocuparme antes de ir a la escuela y podía salir a ver a Osvaldo.
¿Quién es Osvaldo? te preguntarás. Bueno, Osvaldo es el maquinista que me inspiró a que yo también lo sea. Cada vez que llegaba a su parada final yo lo recibía amablemente con algo para tomar y comer, ya que desde que empezó a saludarme, a tratarme como un amigo más y a darme regalos como bolsitas con caramelos había comenzado a generar un tipo de afecto hacia él. Ya saben, como ese que se tiene con su mejor amigo.
Pasaban los días y las semanas y Osvaldo ya se había vuelto parte de mi rutina. Hasta que un día pasó lo inesperado. ¡Osvaldo no conducía el tren! Había otro maquinista. ¿Qué le habrá pasado?Me preguntaba ¿Y si voy a su casa? ¿No quedaría como cargoso? No importaba, yo debía saber qué le había pasado a mi amigo.
Por suerte él ya me había dado la dirección de su casa, ya que me había invitado al cumpleaños de su hija Sofía. Llegando allí ya me imaginaba cosas terribles que le podían haber pasado. Pero yo confiaba en que solamente se había dormido. Cuando llegué a la puerta, toqué suavemente, de ahí salió Sofía, quien me contó que Osvaldo estaba enfermo.Yo me preocupé mucho, ya que Osvaldo era viejito y eso hacía que la gripe le agarre peor. Le pedí permiso a ella, y subí las escaleras hasta su cuarto y ahí estaba, no estaba nada bien y eso se le notaba.
-Tranqui, Osvaldo de esta salís fácil, pensá en los trenes o en tu hija, ya sabés pensá en esas cosas que te hacen feliz-. Miraba a Osvaldo con una linda sonrisa, igual a la que él me demostraba, pero… no sentía esa felicidad que él siempre transmitía.
Sin darle más importancia me quedé un buen rato hablando con él, sobre cosas de la vida, sin olvidar los lindos trenes. Pasaban las horas y él ya se había dormido, así que silenciosamente me fui de su cuarto, saludé a su hija y me fui.
Luego, por falta de tiempo no lo vi hasta el día sábado, cuando me contó que ya había vuelto a su amado trabajo y yo feliz le contesté -qué bueno-.Volvimos a la misma aclamada y tan amada rutina donde cada vez más me retaban por llegar tarde a la escuela, pero a mí no me importaba, ya que no hay nada mejor que ver a tu mejor amigo, sin importar si es alto, bajo, gordo, flaco o viejito, como Osvaldito. Mientras más pasaba tiempo con Osvaldo, más grandes eran mis ganas de ser maquinista.
Un día normal esperando a que pase Osvaldo, me llama Sofía (que se había vuelto íntima amiga mía) y me dice -¿Podés venir? no sabés lo que pasó-.
-Bueno- le contesté y me fui rápido, pensando en las posibilidades de que sea una cosa o la otra. Llegando ya podía ver algo,y es que ¡era el cumpleaños de Osvaldo! y su hija le había organizado una fiesta. Una fiesta un tanto peculiar, ya que también festejaba sus 35 años en la empresa, cumplía 35 años con su mejor amigo, su tan querido tren y no sólo Osvaldo tenía una sorpresa, yo también me llevé una al enterarme que me había dejado su puesto en el mismo tren.
Sin duda, un final feliz.