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Ausencia

Rosa Ígnea Sánchez

¿Por qué no sonó anoche el teléfono?

¿Por qué no llamaste? ¿Te olvidaste, no quisiste hacerlo?

¿Es por qué ayer discutimos?

¿Por qué discutimos tanto últimamente? ¿Será por qué no nos escuchamos?

Nos estamos alejando.

¿Por qué no estás? ¿Dónde estás en este momento? ¿Duermes  aún  con tu brazo bajo la almohada? ¿Ya te estás levantando, buscas las pantuflas azules bajo la cama? ¿Refunfuñas por qué solo hallaste una? ¿Estás desayunando tu café con tostadas? ¿Eliges la camisa azul, tu preferida? Fue mi regalo de cumpleaños, verdad?

¿Y luego que  harás? ¿Saldrás a la calle, transitarás el camino que  te lleva a la vieja casona que alberga tu estudio entre pinos y casuarinas y cuyas ventanas espían las aguas de la Laguna Setúbal?

¿Te esperan allí los documentos y escritos para completar ése trabajo que te tiene tan preocupado?

¿Harás un alto en tu tarea para acordarte de mí?

¿Te acuerdas de nuestro primer encuentro en aquél baile en la casa de tu amigo Eugenio? ¿Y de los bailes lentos de los sesenta, que nos transportaba  quien sabe a que lugares remotos, llenos de susurros,  suspiros, latidos acelerados, sangre joven y briosa  recorriendo nuestros cuerpos?

¿Volveremos nuevamente  a las calles que cobijaron nuestros regresos con las manos unidas? ¿Nos detendremos en la plaza del Rosedal, que entre su aroma a rosas   escondió nuestros besos, nuestros juegos, nuestra contemplación de las estrellas?

¿Me enseñarás de nuevo a descubrir la Cruz del Sur, la Osa Mayor o la Constelación de Orión?

¿Me extrañas? ¿Volverás a buscarme para robar flores en los jardines de Guadalupe?

¿Dónde estás, qué piensas?

Está sonando el teléfono, ¿es así o me parece?

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