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Vagón y casa

Lautaro Pucheta

El tren, ese aparato irracional, plagado de ruedas y secciones. Ese objeto inanimado que muy cada tanto lo lleva a uno, imaginariamente, en conversaciones o sobre sí mismo, a aquellos recuerdos que llueven como tiempo. Esas memorias de mi padre con sus hermanos, aquella historia de inundación, evacuación y emergencia. “Jo, me acuerdo cuando nos fuimos con la vieja, el Ale, la Yani, Blanca y Jorge era chiquito”. Noto una leve sonrisa y se marcan esas patas de gallo en sus ojos que me muestran la escena y lo que el siente: “Que pobreza, tenía 7 años me acuerdo y el Ale 8, nos íbamos con él y lo llevábamos a Jorgito que tenía 4, a pedir monedas al semáforo, vivíamos los seis en uno de los vagones de tren por ahí atrás de la iglesia de Guadalupe. Siempre había un señor en una camioneta blanca me acuerdo, cuando salía del super nos traía a mi y al Ale un paquete de sonrisas para cada uno. Por eso, cada vez que paro en el semáforo, le doy lo que tenga a los nenitos. A los grandes no, esos que trabajen…"

Y así recuerdo cada tanto, entre mates y momentos, a aquellas imágenes que transportan, igual que vías de tren, a los ojos de mi padre. 

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