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Villa Guadalupe de antaño

BEATRIZ ADRIANA PIERINI de SALVADORES

Siempre fue mi sueño poder vivir en Guadalupe, mi lugar en la ciudad, un sitio lleno de magia, de largas siestas y amaneceres brillantes. Y desde que me casé, hace 50 años, vivo aquí, en mi lugar en el mundo.

Mis recuerdos del lugar comienzan de muy chiquita. Yo era una niña pequeña, tenía 6 años. Corría el año 1954 cuando ingresé al colegio San José, ubicado frente a la plaza, inmenso, una manzana entera, regenteado por las Hermanas Terciarias Franciscanas de la Caridad. En ese tiempo vivía en Barrio Villa Dora.

Recuerdo sus calles de tierra y arena, orladas a sus lados por frondosos árboles, inmensos, que parecían llegar al cielo. En su mayoría pinos. En sus calles una que otra casa, las antiguas quintas, lugares de descanso cercanas al antiguo balneario la Rambla, lugar de esparcimiento durante los tiempos cálidos. Eran largas extensiones de arena que llegaban hasta el Monte Zapatero y la laguna Setúbal con su agua barrosa.

En el centro de la Villa: la plaza, inmóvil, estática, llena de inmensos árboles y en su frente Sur, ella, nuestra Basílica, la casa de nuestra Madre, la Virgencita de Guadalupe.

Por delante de ella la única calle asfaltada, Javier de la Rosa, con sus rieles interminables por donde avanzaban el tranvía de la línea 4 y los antiguos ómnibus Man de la línea D.

Junto a la Basílica su inconfundible y altísima palmera, que un día una tormenta tronchó… y sobre su lado izquierdo ¡Qué belleza! , el rosedal. Cientos de rosales de vivos colores que florecían e inundaban el lugar con su perfume dulce y penetrante. Una maravilla para la vista y un aroma sin igual.

Sobre la calle, hacia el Este, hacia la hoy avenida Gral. Paz, teníamos ¡un cine!, el Selec, donde podíamos ver dos películas con un intervalo entre ellas. ¡Qué maravilloso nos  parecía!

Siguiendo, en la esquina con Gral. Paz y sobre esa cuadra, estaba ubicado un gran almacén de Ramos Generales, el almacén de Meneghetti, con su entrada por la esquina con Regimiento 12 de Infantería, donde podías comprar todo lo que pudieras imaginar y que precisaras para tu hogar: indumentaria, herramientas, comestibles, bazar, etc… Cuando ese gran almacén dejó de funcionar, el salón y depósito se dividió en varios locales. En la esquina, sobre Javier de la Rosa se instaló el Supermercado 2000, que después se trasladó enfrente donde hoy está el Supermercado Kilbel, ese lugar posteriormente se demolió y se construyó la estación de servicio, que hoy vemos en esa esquina, y sobre el resto de la cuadra se abrieron distintos locales comerciales y un gimnasio para, finalmente, estar hoy allí la Cooperativa Setúbal.

Cuántos recuerdos… ¡Qué nostalgia el recordar…!

Con el tiempo, hubo otros varios cambios. Por ejemplo, donde estaba el cine, primero fue una gran librería: Castelví, y ahora funciona allí el banco del barrio, el Nuevo Banco de Santa Fe.

Todo se transforma, se desdibuja en el tiempo, pero no en mis recuerdos.

¡Ah!, no quiero olvidarme del famoso bar Los Quinteros, que estaba sobre la Gral. Paz, entre Regimiento 12 de Infantería y Ayacucho, a media cuadra, sonde se tomaba la cerveza más rica y fría de Santa Fe, acompañada por ingredientes y ricas empanadas…  ¡Hasta del centro venían a tomar lisos a este lugar! ¡Cómo olvidar los momentos allí compartidos con amigos!

La Basílica en aquel tiempo la dirigía el Padre Genesio, pero al tiempo designaron a un joven sacerdote con ideas nuevas e innovadoras, que hicieron que la comunidad se integrara y participara más de las celebraciones y actos religiosos, ese sacerdote era el Padre Edgardo Trucco, que nos acompañó hasta su ida a la casa del Señor.

Él fue el promotor de la fundación del colegio parroquial para varones Ntra. Sra. de Guadalupe, comúnmente llamada La Tolde, un apéndice del Colegio San José.

 

¿Y la fiesta de Guadalupe? ¡Qué maravilla!, miles de fieles devotos venían a visitar nuestra Virgencita. La calle Javier de la Rosa se poblaba de puestos que vendían recuerdos y alimentos en su mayoría.

Las escuelas y colegios de los alrededores ponían sus puestos para recaudar fondos para las cooperadoras. Me acuerdo, cuando estaba cursando el secundario, de haber pasado todo un día y la noche en el puesto de nuestro querido Colegio, colaborando junto a otras compañeras y algunos padres para recaudar la mayor cantidad de dinero.

Como la Villa crecía, tiempo después se incorpora otra línea de colectivos, el 14, para dar más facilidades a la comunidad para viajar hasta el centro. Eran ómnibus más pequeños, que tomaban por la terrosa calle Echague hasta la 26 sin nombre, como la conocíamos en aquel tiempo, y desde allí, por Gral. Paz, al centro.

Una mención especial a mi querido colegio, donde fui desde los 6 años hasta los 18, recibiéndome de Maestra Normal Nacional. ¡Qué orgullo!

¡Quién puede olvidar las tradicionales kermeses que se hacían en sus patios interiores una vez al año!!!…  Los puestos de la ruleta, el conejito con su cajón, el tiro a los muñecos o tarros, los aros… pero lo más importante para nosotras, las chicas, los telegramas que nos enviaban los chicos, con los que no podíamos hablar dentro del patio. ¡Qué emoción recibir uno!

En un tiempo en el colegio funcionó un cine en el salón de actos, que era abierto también a la comunidad de la Villa.

¡Cuántos recuerdos!!

Años después tuve la suerte de trabajar por más de 30 años como maestra en mi propio colegio, hasta mi jubilación.

Todo esto es un apretado relato de lo que fue la villa Guadalupe hace tantos años…

Todavía sigo enamorada de Guadalupe a pesar de los cambios, las transformaciones. Aunque no esté mi amado rosedal y hoy allí esté la plaza de folclore, que la antigua Rambla esté cubierta de yuyos y haya desaparecido la playa, que no tengamos el cine, que las callecitas de arena estén hoy todas asfaltadas …

Sí, no podemos renegar de los adelantos y los cambios que mejoraron el lugar, pero muy adentro de mi corazón todavía veo la villa como la conocí, así aprendí a amarla y nunca se me borrarán esos recuerdos.

 

 

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