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El lento ajetreo

Daniel Moisés Silber

Matriceros, soldadores, administrativos, catangos de vías y obras, fresadores, peones, maquinistas, torneros, guardabarreras, conductores, serenos, carpinteros, inspectores, foguistas, guardas, fraternales, electricistas. Con este trabajo homenajeo a los obreros ferroviarios, conocedores lúcidos de máquinas y herramientas, de locomotoras, vagones, durmientes, galpones, empalmes, señales –físicas, lumínicas- estaciones y ramales.

En mi infancia aprendí a respetar y admirar esas maravillosas e ingeniosas creaciones humanas: puertos, fábricas, estaciones ferroviarias, máquinas, teatros. Respiré un hogar de izquierda, desde simples lecturas hasta ser testigo de allanamientos, bombas, secuestros. La cárcel y cesantía de mi padre fueron motivos para comenzar un compromiso práctico con la vida y la política. Su primer trabajo fue ser ferroviario.

Carezco de archivos o fotografías. Es triste. Solo está la memoria frágil que resguardó las vicisitudes de aquellos años. Muchos hechos míos se relacionan con el ferrocarril.

Siendo docente visité la Estación del FFCC Belgrano. En mis alumnos vi el asombro con esa maravillosa obra de arquitectura civil estatal: un gran hall, aberturas de madera finamente talladas, escaleras de mármol, ascensores y techos altos con terminaciones delicadas; la sorpresa con esas tremendas arcadas de acero abulonadas –una por una- como un gran mecano; observaron la grandiosidad de las playas de maniobras, galpones, talleres y andenes con detalles de art nouveau; imaginaron oficinas, bancos, cantinas, taquillas en pleno trajinar; sintieron ese complejo industrial y comunicacional lleno de gente, mercancías, paquetes yendo y viniendo con destino cierto, pleno de silbidos, traqueteos, chirridos, frenadas, humo y decenas de sonidos inidentificables; asombro con sus alrededores de pensiones, bares, prostíbulos, comercios, vehículos en movimiento e incluso la magnífica glorieta en medio del boulevard. Festejamos el trabajo humano de ingenieros que idearon ese espacio, de capataces y obreros que lo construyeron con sus manos y su inteligencia.

Recuerdo bretes y corrales sobre Aristóbulo del Valle y más allá, los talleres que hoy forman La Redonda con sus altos paredones, iguales a los que rodeaban las dependencias en la zona de la actual Terminal de Ómnibus. Capítulo aparte merecen las pintadas en ellos, víctimas de nuestro silencio clandestino. Muchísimas veces dejamos allí nuestras opiniones con toscos tizones de grasa o pinturas caseras; una se llamó “Ave Fénix”: reclamaba la libertad de presos políticos y sociales y aunque la blanquearan una y otra vez, reaparecía constantemente, cosa que sucedió hasta su derrumbamiento.

Hay 3 grandes Puentes Negros santafesinos. El ubicado en el casi centro geográfico de la ciudad es bicisenda; allí enganché carteles en madrugadas heladas reclamando libertades o exigiendo mejoras salariales. En el situado ingresando al barrio Santa Rosa de Lima suele pasar algún convoy; estuve colgando un flaquito para escribir propaganda electoral (Vote Lista 12 – Partido Comunista) entre columnas y travesaños. Del restante –emplazado en Barranquitas- ignoro todo.

Aún están vívidos hechos de los años ´70: militando en la Federación Juvenil Comunista (FJC), pasé rápido en bicicleta por las veredas de los talleres de una calle Avellaneda de tierra, arrojando volantes por los ventanales o recogiendo bolsas de arpillera con “clavos miguelitos” para actos o manifestaciones contra la dictadura de entonces.

Fui por primera vez a Laguna Paiva con una tarea clandestina. Tomé el tren en un apeadero urbano. No saqué boleto: el guarda era un compañero. Mezcla de nervios y emoción fue cuando apareció y guiñó un ojo cómplice. Llegué al lugar, me recibieron mateando en la vereda debajo de un árbol, entregué el envío y en agradecimiento, recibí un mate.

Ya en los ´80 (tiempos democráticos, ¡cuánto entusiasmo!) viajé en un vagón repleto adornado con todos los símbolos comunistas: banderas rojas y argentinas al viento, consignas, pancartas, bombos y redoblantes, celebrando un aniversario de la FJC con un picnic al camping de Laguna Paiva, o aquella vez que marché a Buenos Aires en un tren nocturno que se detuvo en una estación un largo tiempo; era tan clara la noche (alumbrada por una luna llena tremenda) que cautivaba el perfil no tan lejano del pueblo.

Tengo muy presente esa otra oportunidad que, en el playón externo a los talleres paivenses, saliendo los obreros (unos en bici, otros en moto, la mayoría a pie …¡impresionante espectáculo!) montamos una escena de teatro callejero; algunos pasaban de largo y otros se quedaban mirando qué era eso. De gira por una elección sindical, recorrí gran parte de la traza del FFCC Belgrano desde Santa Fe a La Quiaca. Paré en estaciones, campamentos, pueblos, galpones; dormí en vagones, compartí mate cocido dulce hirviendo, guiso caldudo junto a un fogón medio improvisado, sánguches de mortadela y queso, bizcochos de grasa, tragos de tinto barato en latas propagandizando una propuesta antiburocrática y clasista.

Hay mil acontecimientos más: volver de la colonia vacaciones sindical con 8-9 años, viajar con mis hijas para que conocieran el tren, visitar los talleres, correr por los andenes para no perder la partida.

Lamento la falta del FFCC. Mercancías y productos encarecidos, contaminación ambiental, sostenimiento de un enorme parque automotor, decadencia de pueblos y regiones abandonadas, miles de trabajadores especializados desocupados que terminan como cuentapropistas, kiosqueros, taxistas o docentes, policías, enfermeros, despilfarro de un enorme patrimonio socio-cultural y productivo generado desde los complejos productivos del Estado.

Pueblos y localidades se referenciaban en los horarios ferroviarios. El FFCC los asistía, daba vida, color. La gente solía ir a la estación –montando un espectáculo limitado a ese momento- para ver quien llegaba o partía, recibir correspondencia y periódicos, conocer dónde y cuánto había llovido o solo encontrase para compartir novedades. ¿En cuántas sequías llegaban vagones tanque con agua para animales o riego? ¿Cuántas?

 Vivo cerca de un cruce ferroviario. Casi puedo adivinar cuando pasará el tren con su lento ajetreo de vagones. Extraño el FFCC, factor de progreso, dinamismo social, cultural, económico, político. De vínculos. Tengo un sentimiento de tributo, encanto, cariño y tristeza.

 

 

Dedicatoria

Para los ferroviarios comunistas. Perseguidos, cesanteados, torturados, expulsados, asesinados, nunca abandonaron sus ideales de construir una sociedad justa, liberada de toda explotación y emancipada: Antonio Sánchez, los Gomitolo, Juan Carlos y Cristina Serra, los Vázquez, Campagna, Nombarasco, Vizgarra, “Carita” Fernández, Marzó, Bisio, Brandt, Juanino “Gringo” Valentinuzzi con sus infaltables gorra y moto Puma, el “Colorado” Scoleri, Sola, Theuler, Gigena, los Mena, Héctor Gutiérrez, Ibarra, los Graf, Tito Martin, Car-los Sosa, los Roldán, Chaparro con chambergo y pañuelo blanco al cuello, Sequeira, Fiderio, el “Gordo” Lucero, el “Negro” Sequeira, Melacher, Bedetta, Manisero, Llago entre otros tantos (algunos no conocí, otros olvidé) … de Santa Fe, Laguna Paiva, Vera, Gálvez, Rosario, Pérez, San Cristóbal, Villa Constitución

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