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La 12 y la vía

Miguel Ángel Rico
con la colaboración de "Los de la 12"

La vía, el terraplén, después la calle con pinos altos, oscuros, asustaban. En ese entonces era calle Los Andes, hoy Padre Genesio.

Terraplén alto, cunetas, muchos árboles, baldíos, algún que otro minibasural y más al norte la villa de Chaqueños.

Llegamos al local de la Unidad Básica en Regimiento 12 al 1800, a mitad de cuadra. Una pieza de ladrillo sin revocar con una ventana al frente y la única puerta del lado de atrás, un tejido de alambre la separaba de la cuneta. Creo recordar que era de los Penna, Quique y Buchi, que formaban parte de la JP del barrio. Quique era metalúrgico, con experiencia peronista y sindical.

Y llegamos los “cuadros”  (1) de la JP, estudiantes; veníamos serios sacando pecho y asustados también, a militar a “conocer los barrios”, eran épocas de ir armando la JP Nacional. Barrio por barrio, facultad por facultad, donde quedaban nuestros compañeros militando, en las fábricas, otros.

Pleno año 1972. Años raros. De estudio, trabajo y militancia juvenil, no solo JP, sino que el grueso de la juventud militaba en algún lado, religioso, sindical, artístico, de izquierda, las Juventudes Políticas, Cine Club.

Llegamos al barrio y nos esperaba el grupo de la JP del  barrio, nos presentamos y se presentan. Moni que era jovencísima, el Cholo, creo que ya era bancario, Margarita se va a unir después con Esteban. Pancho, y Supre, profesor de Filosofía en la UCSF; el Balita, profesor de “griego antiguo” y así sucesivamente. Nosotros tres Jorge, María y yo cada vez más chiquitos, ya a esa altura nos habíamos caído del caballo.

Ahí empezamos.

El Negro Zamora en Chaqueño con el Pelusa y la Negra tratando de armar las vecinales, la semilla de La Coronel Dorrego.

Llegó el 17 de Noviembre del ‘72 y volvió Perón y lo esperamos a la noche con chispitas de virulana trenzada, los fuegos artificiales de barrio.

Fuimos a la villa. Un gran descampado central, al mejor estilo de plaza de tierra quemada y aplastada  con potrero incluido. Con una sola entrada. Había que caminar por el borde de la vía y se doblaba para llegar. Tenía una salida, que pocos conocían, que desembocaba a un callejón y zanjón, allá cerca del GADA. Decenas de pasillos angostos y entreverados con curvas, con muros de cañas, muchas pequeñas viviendas precarias, muy precarias. Gurises corriendo, muchos, muchos perros.

Nunca tuvimos miedo de entrar o salir, luego fue zona roja según dijeron, pero nosotros caminábamos de noche, con los pinos altos cuidándonos, hasta esperar la “G” que pasaba por los Andes. La otra era irse a tomar la “B”, el 7, a la plaza de Guadalupe, cruzando el único paso a nivel que existía: Javier de la Rosa y la vía. Avellaneda no existía, era un pasillo. Parte de la villa, se apoyaba en el terraplén que estaba sobre las vías.

Con el Negro Torres, fuimos a Javier de la Rosa al 300 a hablar con Cacho Caprio y con ellos, creo recordar a María Inés, Omar Nicola, los hermanos Gambini, Ernesto Tiraboschi, armamos la nueva UB 12. Y alquilamos la vieja peluquería de Don Dalino sobre Gral. Paz al 7500, donde hoy está la veterinaria. Siempre fue la 12 y como no recordar a Judith Dassenso, que era la de la panadería de la esquina, no recuerdo como se llamaba la panadería, pero las facturas eran espectaculares.

Del otro lado de la vía, que siempre fue la divisoria de este lado, del otro lado, estaba la basílica y “la Carcajada” en Talcahuano y Cardenal Fasolino. Casa vieja, chorizo, de estudiantes de la UCSF, con su aljibe su patio y sus interminables reuniones. Al fondo los Armichiardi, ella del Sintes, el de Económicas. Y no había estación de servicios, no había súper, sólo la panadería. Ni banco había. En la esquina hicimos el primer acto en Santa Fe de la Formula Perón-Perón. Ya eran épocas que presagiaban lo que seguiría, no eran tranquilas. Al poco tiempo, dejamos el barrio hacia otros caminos con Jorge y María. Solos y callados como habíamos llegado.

Una noche, no recuerdo quien vino y nos dijo que había muerto un vecino de la villa de chaqueños, era invierno, fuimos. Noche cerrada,  frío, viento muy frío. Pobre todo, todo muy pobre. El finado estaba en su catre. Solo, oscuro, la familia afuera, no lloraba. El rancho de tres paredes, la cuarta era el terraplén de la vía, rancho-terraplén-vía- tren-transporte de los golondrinas chaqueños, que venían a trabajar a las quintas entre cosecha y cosecha de algodón en el chaco. Formales, dimos el pésame y alguno preguntó que podíamos hacer y se escuchó: ni para velas tenemos.

Sólo nos miramos y avanzamos hasta la Basílica. Despertamos al cura y le contamos sencillamente con la soberbia de la juventud: queremos velas para acompañar el vecino fallecido, o algo así. El cura, no sé si habrá sido Truco, no creo. Nos miró un momento, entró en la casa parroquial de donde lo habíamos despertado y salió con dos velones tamaño Cirios Pascuales, que no lo eran pero eran velas muy grandes y pesadas y volvimos.

Cuando calzamos las velas en la cabecera del catre y las prendimos, al conjuro de las suaves llamitas, empezaron los llantos de la familia y fueron llegando los vecinos, y apareció un mate y otro. En esa soledad negra y fría, se vio una luz y un pitido largo anticipando el paso de un tren de carga, como llorando junto a la familia, a metros de donde estábamos velando la noche, hasta que asomó la claridad y partimos hacia la calle de los pinos. A esperar la G.

 

 

(1) Los cuadros políticos son los miembros más entrenados y dedicados de un partido político, a partir de los cuales se desempeñan sus tareas básicas y puede expandirse su organización. También se conoce como cuadros a los equipos de trabajo con que cuenta una organización política. N. del. A.

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